Refleja que serán las zonas ubicadas a mayor altitud las que mejor resistirán el cambio climático
Analizar la relación entre la composición de uva de la variedad Tempranillo y el agua del suelo durante todas sus fases de crecimiento ha sido el objetivo del estudio que cuatro investigadores de distintas universidades españolas (María Concepción Ramos, Eva Pilar Pérez-Álvarez, Fernando Peregrina y Fernando Martínez de Toda) han realizado en el ámbito de la Denominación de Origen Calificada de La Rioja, en seis parcelas situadas en una altitud parecida. Los resultados han sido publicados por la revista Scientia Horticulturae de este mes de febrero.
El estudio consistió en simular el agua disponible del suelo para el período 2008-2018 para cada una de las parcelas y para cada año, midiendo el estrés hídrico en cada momento, la característica del suelo y su influencia en la composición de la uva.
De esta manera se comprobó que un aumento en el agua en el suelo en la mayor parte del período entre la floración y la vendimia incrementa el tamaño de la baya y la acidez y disminuye la concentración de antocianos y otros compuestos fenólicos. Si el aumento de agua se daba entre una y tres semanas después de la floración y al final del período de maduración la acidez se acrecentaba mientras que disminuía el pH; y un aumento en el agua entre dos y siete semanas tras la floración, en el período de maduración aumentaba el peso de la baya y bajando el número los antocianos y otros compuestos fenólicos.
Adelantándonos el futuro, con un aumento de la temperatura y un descenso del agua en el suelo, todo apunta, según el estudio, que serán las zonas ubicadas a mayor altitud las que mejor resistirían, ya que las temperaturas no serían tan altas. Y será mayor esa resistencia si la composición del suelo hace que sean mayores las reservas.